viernes, 15 de mayo de 2009

Exorcismo


Llegaron una tarde fría, creo que era invierno porque eso me dijeron los que estuvieron ahí. Yo no las vi hasta mucho tiempo después.

Mi madre aún vestida de virgen roja por primera vez las oyó gritar. Se veían tan indefensas y sin pudores se pegaron a sus senos, la bebieron hasta dejarla seca. Con los huesos de su cuerpo hicieron su pequeña casa de muñecas. Colgadas de su sonrisa falsa aprendieron a fingir.

Muchas veces las mandé al diablo, les grité, pero las bastardas seguían ahí, pegadas a mí, rodeándome sin entender, por más que les explicaba que yo no era Doña Blanca y que ese jicotillo era mío, mío porque a mí me pertenecía su veneno y su vuelo. Siempre tan caprichosas por alejarme de ti, y yo aferrada a buscarte entre los basureros de la ciudad, entre las calles donde los perros no llegan porque les dan miedo las sombras que crecen y se encorvan por el alumbrado público, en los peores bares o en el metro, que casi es lo mismo.

Tenía que encontrarte antes que ellas, el maldito tiempo que susurraba su tictac cínico: “no lo encontrarás, nunca sabrá que existes, no lo encontrarás, es él, no es, sí, no, tic, tac”. Por eso las encerré aquel día después de forzarlas a meterse bajo la regadera con agua helada, así les regresaría un poco de cordura, pero eran tan necias, se escaparon bailando como si nada sucediera a su alrededor, yo gritaba, pataleaba en medio de la habitación.

Llegaron antes, caíste redondito en sus manos de sirenas, y no digo en su canto porque su voz es de guacamayas desafinadas, pero te dejaste seducir por su mirada disfrazada de melancolía, mí melancolía de ti y el final ya lo sabes, se alimentaron de ti, de tu infinita espera de mí.

Ahora, que sabes quién soy ya no hay tiempo, debes hacerlo, ellas palpitan dentro, las oyes rondar por tu cama mientras finges que duermes o en el silencio que vence tu ganas. Te esperan y te encuentran vestido con el insomnio de los días sin madrugadas, están ahí jugando su eterna ronda de oro y plata, de tinta y papel y la única forma de exorcizarlas tú la sabes bien, mi jicotillo. Un juego interminable en el que a veces seremos las victimas y los victimarios, porque siempre estuvimos de acuerdo que esa era la regla del juego.

Aura Luna