lunes, 4 de enero de 2010

justificación para contar

Escribir y vivir no es lo mismo pero se parecen tanto, nos inventamos cada día en un espacio y tiempo que creemos reales por una idea vendida de que así debe ser, con cinismo estúpido creemos en los planes de año nuevo, en los propósitos que nunca cumpliremos y decidimos que este año sí cambiaremos para después de trescientos sesenta y cinco días darnos cuenta que somos el mismo ser mediocre y volvemos al círculo infinito, en eso nos gana la ficción que siempre encuentra un final, en que los protagonistas sí tienen acciones por más estaticidad que parezca en mil páginas en que nada sucede, un leve cambio, un roce de pluma descuidada del que se cree autor nos vomita en la cara que más allá de toda hoja llena de palabras el personaje ha ganado, vive lejos de su realidad y se inventa sus propios caprichos. Ella lo sabía, dos tiempos que transcurrían paralelos como en los cuentos de Sábato o Cortázar, dimensiones que existen y que negamos por el miedo de un día dar la vuelta en la esquina y toparnos con una cara que es la misma que vemos cada mañana en el espejo, algunos creen que en alguna parte del planeta hay un ser idéntico a uno, tal vez algunos de ellos viven mucho más cerca de lo que creemos, algunos, uno, alguno que no es uno porque es otro o otros, algunos de alguna parte de algún lugar de algún planeta en algún tiempo. Ella lo sabía sin estar segura, sin tener una teoría científica que sostuviera con razonamientos lógicos lo que la intuición le decía, todo debía suceder(se) a su tiempo, todo está preparado desde siempre, sin tiempo, sin espacio como una hoja en blanco que esperaba ser llenada con tipografía y punto de concurso literario y ella ahora aquí pulsando con sus dedos cortos y finos una grafía de teclado compaq que no decía nada. Escribía por impulso mecánico de llenar las hojas, intentos de contar o descontar las palabras y llevar al límite eso de las reacciones.

Una pausa

Miró las líneas ya escritas decidida a releer y corregir, subió la mirada y

El arrepentimiento, si lees te perderás el resto y su manía de pseudoestudiante contol+e (justificación del texto)

Justificación del texto, pensó con una sonrisa burlona en el rostro, como si las palabras necesitaran ser justificadas por ella, debían ser crucificadas y eliminadas, borradas, porque a veces el lenguaje dice tan poco y es la única forma de seguir existiendo

Había olvidado por qué decidió escribir, contar, contar, contar, contar, contar, (contol+c) (control+v) contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar(contol+v) contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar

(contro+v)

contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar

(contro+v)

contar, contar, contar, contar, contar, con...

(contro+v)

contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar, contar,

siempre es más fácil usar los modos abreviados que manipular el mouse de la computadora y dar clic en no sé cuantos menús y submenús, cuánta jerga cibernética, así cualquiera puede escribir y ser escritor, cualquiera puede dar en el botón (tecla, ícono, dibujito) correcto, otra vez la risa disimulada en que tantas palabras dijeran tan poco

control, control, control, una tecla que se puede oprimir con los más diversos fines y finalidades, menú, otra perra, como si el hambre pudiera elegir entre opciones del menú cuando se intenta contar lo incontable y contar y hambre suenan tan bien en este momento, oxímoron caduco, lugar común y qué lugar no lo es, nosotros somos un lugar común y estoy aquí queriendo escribir tu historia sin que exista alguno al que le importe.

El psicólogo dijo que debo escribir y sacar los pensamientos de mi inconsciente, ese maldito inconsciente que se cree psicólogo, ambos sabemos que lo que quiere es cogerme porque su vida es de mierda y yo recostadita en el diván con mis pantalones ajustados y mi escote de puta estudiante, cagándole la mierda de creer que ella escribe y yo vivo o al revés porque parecemos un par de idiotas tratando de burlar la psicoterapia obligada,

Prendo el último cigarro y maldigo no tener un centavo más, miró el reloj de la esquina inferior derecha de la pantalla daewoo, pienso si también miras el reloj en este momento, seguro que no, estarás follándote a una cualquiera porque cualquier es cualquiera y cualquiera no soy yo.

Y cómo comenzar, cada intento me regresa al final porque lo demás es aburrido, me detengo porque la diégesis está como suceden siempre las cosas en ella, sin una historia líneal, sin saltos temporales ni in media res, todo en el momento mismo en que se piensa se hace, cómo contar cada hecho en la memoria que no tiene tiempo y que acumula imágenes sobre olores y olores sobre nombres y nombres en rostros que ya no tienen imágenes

Tu cuerpo sudando sobre el mío, yo inmóvil idiotizada de ti y tu sexo ardiendo dentro y fuera, dentro y fuera hasta el agotamiento y la sonrisa, hasta el abrazo obligado y la vestida inmediata porque no hay tiempo de llegar a la cena a tiempo, yo trato de disimular el disgusto de que te largues después de pagar el cuarto de hotel y usarlo menos de cuarenta minutos (promedio estadístico de encuesta comprobada) Espiando con la mirada desconfiada de que el tipo con cara de baboso no seas tú ¿cuánto tiempo me observaste esa vez, la primera vez, desde el otro pasillo que da a la biblioteca antes de atreverte a salir y dar la cara? Y lo supe, supe que este eres tú. Una tarde en que las palabras se perdieron y los olores de la tierra húmeda, el pasto de la facultad recién cortado y el sol que apenas calentaba el cuerpo nos daba la postal de una mala película y no nos atrevimos a revolcarnos. Mi odio y tú siempre tan tú. La verdad es que tampoco creo que alguien le importe por qué estás muerto y yo quiera dar mi versión de los hechos. No tengo razones, las versiones tan infinitas como las veces que escriba y reescriba tu muerte para terminar de matarte porque siempre regresas con tu respiro de vivo agonizante, contar, contra, contar para tener el placer de llegar a la última página y ver tu muerte, pero no es un impulso vulgar de voyerista o necrofilia, nunca me he considerado una mujer sádica, disfruto sólo el dolor soportable como otros, los detalles están en la nota roja y el expediente del juzgado en turno, nunca negué los hechos, puedo satisfacer el más enfermo morbo pero tampoco eso es lo que me impulsa a tratar de describirte...

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