domingo, 1 de mayo de 2011

Sin epitafios

Desde la ventana
la cuidad parece un escaparate de luces naranjas
una caja de ruidos urbanos que se pierden
se acercan
se confunden
el asfalto: suena
las luces intermitentes de los autos
la aceleración
el freno: suenan
los pasos suenan a masas corporales
a existencias automáticas
Los truenos iluminan de otra forma y todo parece extraño
se agranda el espacio por un instante
se pierden las horas que suenan a la monotonía de la lluvia en la ventana del segundo piso de una casa alquilada en la esquina del cruce de una avenida
me ilumina el ruido del relampago por un momento
y mis manos teclean mensaje borroneados por el agua
me arrinconan las palabras en la arista de un ángulo imaginario
el silencio se cuela en la memoria y trae fantasmas antiguos
antepasados de mesas comunes y olores a tiempo y té de canela
a lociones de naranjo y mugre acumulado bajo las camas
Ya hablé de mi baño público privado de mis ancestros
ya hablé de los cajones metálicos que a veces se abren y dejan escapar manías torpez de sozollos en los rincones de la casa
mi casa de papel fue alquilada
los arrendadores se marcharon
se llevaron la tinta y mi piel
regresan puntuales a cobrar su existencia momentanea
los espero cada siglo
se marchan antes
me dejan sin túneles y sin manchas rojas
mis plabras siempre rojas
tan rojas como cada letra disimulada que me tragué con ansia hambruma precoz
Desde la ventana
no sé inventar epitafios
simple aprendiz voyerista de poemas y nombres que me nombran y miro pasar la vida del otro lado de las palabras

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